lunes, 11 de junio de 2012

¿Me da un eurito “pa´” mi periódico?

Por Salvador Belizón Campaña

Desde el 2008 estamos sufriendo, padeciendo una crisis financiera que poco tiene que envidiar al Crack del 29. Según qué zonas, se está viviendo una dificultad económica acusada, de pobreza grave, o incluso fallecimiento de personas por inanición. En las zonas subdesarrolladas o en vías de desarrollo, allá al otro lado de la brecha digital, se está registrando de forma alarmante la situación actual. Pero no hay que alejarnos tanto: en Grecia, un número elevado de niños se desmayan por falta de alimentos y otros tantos acuden al suicidio como método de fuga ante esta preocupante realidad.

Las empresas no viven de forma aislada a la realidad, sino que conviven. Se mentiría si se dijera que a todas les afecta por igual: Coca-Cola, empresa que obtiene beneficios a nivel mundial, apenas le habrá hecho cosquillas esta crisis. No podemos decir lo mismo de otras como Prisa o Bocento. No podemos decir lo mismo de las empresas informativas.

Se trata de una cadena lógica: si la gente tiene menos dinero para gastar, pero las necesidades básicas siguen siendo las mismas, incluso más cuantiosas, hay que retirar gastos que no son directamente necesarios. Así, cientos de lectores habituales de los diversos medios escritos como El País o ABC, han dejado de consumir prensa escrita: al fin de cuentas, son más de 30 euros que se ahorran al mes. La diferencia entre pagar la luz o no para alguien que esté en el paro. El sistema de financiación más directo y eficaz de la prensa escrita es la publicidad, la cual sigue apareciendo pero cada vez se anima menos por dos motivos consecuentes. El primero de ellos sigue la línea de los consumidores: si el público de estas compañías no invierten dinero en sus productos puesto que no tienen, estas empresas ven innecesario promocionarse. Al fin de cuentas están desechando más dinero en anunciarse en los medios que el obtenido por tal operación. En segundo lugar, aquellas compañías que decidan seguir publicitándose, optarán por otras vías más transitadas como internet o la televisión. Quizá resulte más caro anunciarse a través de estas vías, en especial la televisión, pero sin duda alguna resulta del todo más eficaz.

Sin la financiación de los lectores, sin publicitarios a los que acudir, con el número de subscripciones in decrescendo, pocas alternativas le restan a los medios escritos. Pocas, que no ninguna. De esta forma, han optado por la vía del medio: renovar en plantilla y reestructurar sus esquemas internos. Lo que en castellano moderno podría traducirse como hacer recortes dentro del esqueleto de la empresa. De esta forma, el número de trabajadores ha descendido, ha aumentado el número de becarios y la sobreexplotación de los pocos trabajadores que quedan es una realidad. Todo ello supone, como cabe esperar, la mengua en la calidad de los productos informativos realizados. Que por otra parte hace que haya menos lectores aún: nadie se gasta dinero en un producto deleznable. Así, la pescadilla se muerde la cola en un movimiento cíclico cada vez más cerrado, que quizás algún día acabe por cerrarse.

Todo esto, sumado a la desaparición de diversos medios como La Voz de Jerez, La voz de Asturias o CNN+ España, denota la grave crisis que está padeciendo las empresas informativas. La cual, y según vaticinan economistas y la propia lógica, se extenderá hasta el 2013 como poco. Esperemos que los medios informativos sepan soportar el tirón hasta entonces. Sin lugar a dudas, es un momento muy oscuro para el “cuarto poder”.
Selección natural

Por Salvador Belizón Campaña

Cualquier negocio desea para su prosperidad y de cara a ganarse un buen nombre, obtener un buen equipo –a ser posible el mejor- que le permita conseguir tal meta. Con el fin de garantizar tal sueño, se escoge a los que podrían ser los mejores trabajadores que se tiene al alcance en un determinado momento. Ahora bien, ¿qué entendemos a la hora de definir un buen trabajador? ¿Qué sea puntual, ordenado, puntual?

Realmente, ninguna de esas cosas, y todas a la vez. Buscamos al trabajador perfecto, prototípico. ¿Cómo conseguir a semejante fichaje? Se pone un anuncio, van cientos o miles de personas buscando el trabajo y se escoge al que se vea que puede encajar mejor en el papel.

El método de selección es bien sencillo: práctica, práctica y más práctica. O enchufe, pero queremos centrarnos en métodos del todo ortodoxos. Así, partimos de la premisa de que una persona con práctica en cualquier otro medio va a ser mejor profesional que uno que no lo ha tenido.

Está claro que actualmente, la primera pesquisa que se ha de cumplir a la hora de buscar un trabajo, no necesariamente en las empresas informativas, es tener experiencia. Ésta se puede haber conseguido a través de trampas, se puede haber falsificado el currículum, haber servido un café en este o aquel medio, que ya opta por el puesto quitándoselo a otro. No se miran los méritos previos, o se hace por cumplir. Totalmente inútil parece que se haya hecho un curso especializado en deportes acuáticos e irte a buscar empleo en una revista deportiva. Si el del al lado tuya ha trabajado en ABC o El Mundo, se va a llevar el puesto. Aunque se haya dedicado a escribir los horóscopos.

El proceso de selección de trabajadores es excesivamente arbitrario y estrecho, sin cabida a que los verdaderos profesionales del sector, a personas nuevas con ideas y formas de escribir tan novedosas como apasionantes. Lo único que se tiene en cuenta es la maldita experiencia.

¿Cómo obtenerla? Buena pregunta que se responde con sencillez: haciendo prácticas. De verano, de Navidad, cuando sea. La solución para poder insertarse en el mundo laboral en el ámbito informativo pasa por ser becario. Si eres becario, no sólo adquieres conocimiento y un motivo para modificar tu currículo, sino que le haces trabajo gratis a los medios. Pero eso no importa.

De este modo, los becarios nunca llegan a ser profesionales. Se estancan, permanecen en tal puesto hasta que decidan romper con esta forma de acceder a un trabajo digno. Mientras tanto, las empresas informativas se alimentan de trabajo gratuito. Lo peor de todo es cuando alguien quiere ser becario y no hay ni puestos vacantes para estar en prácticas.

Podría decirse que el proceso de selección es tan sencillo como repulsivo: te miran por encima, observan tu historial laboral. Cuanta más experiencia se tenga, más probabilidades hay de  pasar a formar parte de la plantilla. Si tienes solamente un antecedente o ninguno, prueba en un restaurante de comida basura. Porque inclusive con mucha experiencia en la espalda, a veces ni eso es suficiente para evitar caer al abismo de los becarios.

Los méritos realizados en la carrera, los cursos realizados, son únicamente una medalla colgada en el pecho que brilla mucho, pero poco aporta. La selección de los trabajadores en las empresas informativas deberían estar formadas por pruebas léxicas, de actualidad e inclusive de soltura en según los temas que vaya a cubrir en el medio. Una especie de “prueba” donde la persona muestre sus cualidades y defectos. Muchos aspirantes son mejores que la persona que finalmente decide cogerse, solamente porque este tiene un trabajo previo anterior. En muchas ocasiones, la falta de selección natural es la que acarrea grandes problemas a la calidad informativa.
El periodismo está caducado

Por Salvador Belizón Campaña
De cara a que nuestros seres queridos y nosotros mismos no enfermemos, a la hora de hacer la compra tenemos especial cuidado a la hora de escoger los productos que vamos a consumir. Una dieta equilibrada, baja en grasas y donde el colesterol no abunde. De dulces nada. A este afán por estar sanos, se le suma otro cuidado añadido: que los alimentos adquiridos estén en su nivel máximo de optimización. Es decir, que se encuentren plenamente consumibles, que no estén caducados.

Ésta sería la compra que realizaría una buena ama de casa. Pero no todos los carros de compra son iguales. Así como hay libertad para expresarse, también lo hay para que cualquier persona acceda a un supermercado a comprar. De ahí que cientos de adolescentes hagan lo propio y adquieran, en un irrespetuoso acto de gula y capricho, todo aquello que sus padres le prohíben o directamente ni sueñan con tener. El economato no viene a significar más que el propio mercado informativo, los alimentos los productos que en dicho mercado se exhibe y los dueños de las cestas de la compra los dirigentes de las empresas informativas. Hay que temblar ante la idea de que en este supermercado, hay demasiado adolescente que hace la compra de forma irresponsable.

El periodismo como cuarto poder ha muerto. Al menos actualmente. El respeto, el saber estar y la rigurosidad que destilaba antaño ahora no es más que un fósil oculto bajo una capa de granito. Dispuesto, claro está, a ser descubierto. ¿De quién tiene esto la culpa? La formación de la sociedad actual interpreta un papel fundamental en tal pesquisa, pero no es ni de lejos la causa principal. La autora de semejante fechoría no es más que la propia que crea el producto: la empresa informativa.

Antes de lapidar de forma cruel y desmesurada a la misma, hay que romper una lanza, no obstante, a favor de ella. El periodismo de calidad plena, ha existido durante poco tiempo. Sin contar con los ejemplos de medios dispuestos por y para la realeza, no hay que remontar tantos años para toparnos con Hearst y Pulitzer, creadores natos del sensacionalismo y amarillismo tan característicos en nuestros días. Irónicamente, en un acto de vanagloria deleznable por completo, se nombró a uno de los mayores premios en el ámbito del periodismo con el nombre del segundo. Una clara muestra de que al periodismo le hacía falta tomarse en serio sí mismo, cosa que jamás hizo.

Tomando como referencia este punto de partida, hemos de tener en cuenta que este tipo de periodismo fue evolucionando, fusionándose con la industria, creando la empresa informativa. Un edificio con cimientos paupérrimos termina por derrumbarse. Así está la situación de este tipo de empresa. Como le dé una brisilla suave más de la cuenta, terminará por pudrirse del todo.

Así, vemos que géneros hermosos y completos por igual no se recogen en la prensa escrita (véase el reportaje informe, la columna especializada) en apenas ningún número. Tipos de periodismo de auténtica labor profesional como el periodismo de investigación han caído en el olvido (si alguna vez estuvieron presentes). Las televisiones no ofrecen informaciones de interés público, solamente productos volátiles de entretenimiento.

Podría decirse que en general, ningún medio se centra en cumplir sus tres funciones incuestionables: informar, formar y entretener. Únicamente hacen la última, y en alguna ocasión, si la corporativa se equivoca sin querer, llegan a informar. La formación de la sociedad ha quedado no en un cuarto plano, sino en el quinto.

Las empresas informativas son las causantes directas de esta situación desastrosa para el periodismo. Con el único fin de abaratar en dinero y esfuerzos, se han centrado en ofrecer productos vagos, incompletos y huecos que son digeridos, por otra parte, por una población cada vez más perezosa en un más que demostrado ciclo vicioso. Cuanto menos carácter formativo tienen los productos de las empresas, menos se quieren formar los lectores, y las empresas les dan lo que desean.

Sin lugar a dudas, esta es una sociedad deleznable, sin aspiraciones culturales, no creada pero sí impulsada por unas empresas informativas que no desempeñan el rol que debieran. Que sólo se limitan a hacer el “paripé” en un número de circo informativo, donde el resultado es una pompa muy bonita, preciosa, que parece contener todo lo necesario. En el momento que llega alguien deseoso de saber más, intenta alcanzar este conocimiento y la pompa revienta, demostrando que las empresas informativas no proporcionan lo que prometen: información. Solamente aportan un espléndido juego de palabras con una capita de seriedad. Pero no os preocupéis, no es muy gruesa, que estamos en crisis y hay que ahorrar gastos.

La putrefacción de los productos informativos en este mercado es francamente, descarada. Lástima que los dirigentes de las empresas informativas vayan al mismo mercado una y otra y otra vez. Lástima que sigan siendo adolescentes.

lunes, 4 de junio de 2012

El  crítico que critica

Por Salvador Belizón Campaña

Debido a la necesidad de abarcar un mayor espectro a la hora de buscar nuevos colectivos, o simple y meramente como consecuencia lógica de la evolución, los distintos medios se han ido especializando. Turismo, gastronomía, corazón, son algunos de los nuevos ámbitos en los que la prensa y los medios en general se han ido introduciendo para aportar informaciones más específicas y concretas. Claro está que hay terrenos más inhóspitos que otros, y el mundo del cine es uno que ha evolucionado de manera tremendamente dispar en varios campos.

Por un lado, nos encontramos con los medios impresos, siendo quizás el mejor ejemplo Fotogramas. En este caso, la revista trae consigo un recorrido tan amplio casi como el de la cinematografía. Desde que surgiera en 1946, esta revista pionera en nuestro país no solamente ofrece una calidad fuertemente contrastada, sino que ha sabido adecuarse al transcurrir de los años (su nombre es un claro ejemplo: pasó de Fotogramas&Video a Fotogramas&DVD). He aquí un caso de una especialización correcta y eficiente.
No obstante, y posiblemente gracias a las nuevas tecnologías y a su fácil acceso, vía online los resultados no cumplen tan plenamente con nuestro beneplácito. Es más: en ocasiones denota una calidad y ausencia de buen hacer, que no hacen más que demostrar la falta de formación fílmica. No vamos a aludir a blogs inusitados o de origen dudoso, sino a páginas con un índice de visitas y fama relevantes. Acudimos pues, a IMDb (Internet Movie Database), una base de datos sobre películas como su nombre ya indica. 

Los críticos de esta página o similares dejan mucho que desear. Lanzan juicios de valor sin ton ni son, sin fijarse en la composición de las tomas, la interpretación de los actores o el desarrollo del argumento. ¿Para qué hacer eso, cuando se pueden emitir opiniones e impresiones básicas que la cinta ha transmitido, sin hacer un análisis crítico? Se ahorra en tiempo y en esfuerzo, se coloca una puntuación que oscila entre la tómbola y el destino y así se quedan conformes. O lo que es lo mismo: los críticos de cine en estos medios no analizan, sino que critican, despotrican, como si fueran las cotillas del vecindario que no atienden a razones. El resultado de todo ello es que películas de una calidad incuestionable obtienen puntuaciones de risa, y otras filmaciones plenamente comerciales, con guiones donde se sabe como acaba la historia en el minuto cinco (véase la mayoría de las películas norteamericanas), obtengan más de un 7,5. Todo ello por seguir la corriente de la web vecina. ¡No voy a puntuar yo de menos a una película que todos apoyan, válgame Dios!

Aquellos que hacen del análisis fílmico su profesión, sea a través del medio que sea, deberían estar más controlados y demostrar su incuestionable calidad antes de insertarse en la cadena del análisis fílmico. Un periodista sin formación cinematográfica no solo es un lastre para la evolución de la especialización de este tipo de periodismo, sino que quita puestos de trabajos a otros profesionales del sector. Regulación, regulación y más regulación, señores.