La selección por
parte de las empresas periodísticas de su personal es un desastre con mucha
frecuencia. En otros artículos personales de esta misma bitácora he comentado
el victimismo de muchos profesionales de la comunicación. Hay que criticar
duramente las posturas victimistas que no conducen a nada y que muchas veces
esconden vagancia, ganas de no trabajar, no seguir progresando, reinventándose
a uno mismo como hay que hacer cada día, máxime en una profesión así. También
me gustaría partir de la premisa de que la mayoría de los empresarios no son
malos, como popularmente se tiende a pensar, pues es una visión que ahora mismo
y desde que comenzó la crisis es políticamente correcta. ¿Qué mas desea un
empresario que le vaya bien su empresa, su dinero y su esfuerzo invertido, y
por ende a los trabajadores? Un empresario, en líneas generales no disfruta
despidiendo, haciendo daño a sus empleados.
Dicho todo lo anterior, hay que ser críticos
también con el mundo empresarial. En muchas más de las ocasiones que serían deseables,
los empresarios se sirven del contexto de crisis que vivimos para agudizar un
ERE por encima de lo necesario; contratan a personas a menor salario con una
escasa cualificación; y sobre todo, se sirven abusivamente de becarios y
personas con vocación que desean trabajar y para aprender y poder mejorar sus
curriculums aceptan trabajos basura.
En la mayoría de los trabajos, se contratan
empleados para las sustituciones por enfermedad o por vacaciones. En cambio,
basta con pasarse por algunas redacciones en verano para comprobar que no se
contrata a penas a ningún periodista, y que el medio de comunicación en
cuestión lo están llevando adelante un grupo de becarios, que además realizan
un trabajo igual o superior, cuantitativamente hablando, al que realizan trabajadores remunerados adecuadamente. Evidentemente y
por mucho que se esfuercen estas personas, la calidad del medio se ve mermada a
la hora de sacar y publicar sus productos, pero sobre todo la dignidad de estos
periodistas en formación, o que incluso ya son licenciados y ven como sus
ilusiones se desvanecen a consecuencia del trato abusivo que no en pocas
ocasiones dispensan las empresas de comunicación. Sacar un producto aseado al
mercado requiere de esfuerzo, y un empresario mas que nadie debe saber que
quien algo quiere, algo le cuesta.
David Martínez Menayo
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